domingo, 10 de abril de 2011

Periodismo entre miedo y silencio

Cuando los medios norteamericanos hablan de inmigración, de violencia, de inseguridad en la frontera, se refieren a miles de ciudadanos -con documentos y sin ellos- que viven atrapados en esa situación. Entre unos y otros hay un puñado de periodistas, muchos de ellos inmigrantes, que han visto cambiar el rostro de la frontera con una perspectiva privilegiada.
Entre ellos está Claudia Núñez, una de las periodistas hispanas de más prestigio en el país. Sus reportajes para el diario La Opinión de Los Ángeles le han valido numerosos premios y son una ventana abierta a la auténtica realidad de la frontera. Testimonios de víctimas de la esclavitud moderna, el fracaso de la lucha de George Bush contra la explotación sexual y una operación del FBI para eliminar una red de trata de personas. Esta misma semana, la periodista investiga el supuesto fraude de los policías de la aduana en la frontera entre México y Estados Unidos, que han sido acusados de dejar pasar a traficantes.
“Es verdad que ha aumentado el nivel de violencia, pero no es cierto el argumento empleado por los políticos, que han relacionado violencia con inmigración”, nos cuenta Núñez. “Lo han manipulado, es un tema de drogas, de consumo, de adicción, de armas y de seguridad. Las víctimas han entrado en un círculo vicioso por culpa de las autoridades, que quiere controlar cómo se representa todo”.
Y entre las víctimas, también hay periodistas. Aunque Núñez dice sentirse mal porque, dentro de lo que cabe, es una privilegiada al poder contar la historia desde este lado de la frontera: “Los compañeros en México viven una situación mucho peor. “Después de todos estos años, nunca hemos visto nada a este nivel”. Núñez se refiere a tener que cambiar noticias, retirar parte de la información, dejar de llevar fotos de familiares en la cartera o quitarse el anillo de casada al ir a cubrir determinadas historias. “Ahora ya da igual si vas a cubrir una historia sobre campos agrícolas, te siguen igual. Tienen todo controlado”.
Periodismo entre miedo y silencio
Más de diez años de experiencia como reportera, y en una de las zonas del país que más han cambiado en una década, han convertido a Núñez en testigo de los problemas que afectan al suroeste de Estados Unidos. Aunque cubre toda clase de noticias, sus reportajes de investigación han desvelado en muchas ocasiones historias que escapan -o a las que llegan tarde- los medios de comunicación nacionales.
“Siempre me han llamado la atención los temas sociales, humanos, el tráfico de drogas y de personas, la violencia, la fuga de cerebros, todo lo que rodea a este cambio tan drástico y que ha sucedido en tan poco tiempo“. Núñez habla del aumento de la violencia. Y sobre todo el miedo que lo ha impregnado todo: “Hay tanto miedo, tanta intimidación que muchas cosas se quedan sin denunciar. El miedo ha silenciado muchas víctimas, muchos golpes, muchos secuestros”.
Y ha cambiado el trabajo de los periodistas. La situación actual en la frontera no sólo ha obligado a Núñez, como a tantos otros periodistas locales, a cambiar algunos hábitos y trabajar de otra manera con sus fuentes. Antes sentían, al verla como reportera hispana, que tenían una conexión con ella. Compartían información que no darían a otros periodistas norteamericanos. Ahora tienen miedo de hablar y hasta que le vean como reportera. “Acabo de hacer un reportaje en Laredo y me quedé con una familia que pidió que nunca me identificara como reportera. Tienen miedo”, comenta.
También le impide conseguir el otro lado de la historia. “Aunque intentamos alejarnos de los estereotipos, cada vez cuesta más tener todas las fuentes”, afirma. Las autoridades, agencias gubernamentales y organizaciones locales cada vez dan menos información cuando ven que se trata de reporteros hispanos.
Periodistas e inmigrantes
A pesar de sus años como reportera, de revelar redes de tráfico de personas y sacar a la luz la esclavitud del siglo XXI, Núñez todavía habla de todos estos cambios con cierta sorpresa. Como si no creyera hasta dónde ha llegado a sufrir la comunidad de la frontera. Cuando habla de inmigración, el tono es distinto. Como tantos compañeros de profesión y como sus fuentes, es inmigrante. Estudió en México y llegó a Estados Unidos como corresponsal en 1998. Después llegaría la oportunidad que nunca se atrevía a soñar, trabajar para La Opinión -el diario grande de la costa oeste-.

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