En su mensaje, Francisco se refiriere asimismo a las amenazas que
padecen los emigrantes en el mundo, e insiste en los peligros que afrontan los
niños que viajan solos desde Centroamérica y México hacia los Estados Unidos.
“Ésta es una categoría de emigrantes que desde Centroamérica y desde el mismo México
cruzan la frontera con los Estados Unidos en condiciones extremas y
persiguiendo una esperanza que la mayor parte de las veces resulta vana”,
observa el Obispo de Roma y reclama la “atención de la comunidad internacional
ante este desafío” pidiendo medidas a los países involucrados.
Deseo dirigir mi saludo a los organizadores, a los relatores y a
los participantes en el “Coloquio México Santa Sede sobre movilidad humana y
desarrollo”.
La globalización es un fenómeno que nos interpela, especialmente en una de sus
principales manifestaciones como lo es la emigración. Se trata de uno de los
“signos” de estos tiempos que vivimos y que nos recuerdan las palabras de
Jesús: “¿Por qué no juzgan ustedes mismos lo que es justo?” (Lc 12,57).
No obstante el gran flujo de migrantes presentes en todos los Continentes y en
casi todos los Países, la migración es vista aun como emergencia, o como un
hecho circunstancial y esporádico, mientras se ha convertido ya en un elemento
característico y en un desafío de nuestras sociedades.
Es un fenómeno que trae consigo grandes promesas junto a múltiples desafíos.
Muchas personas obligadas a la emigración sufren y, a menudo, mueren
trágicamente; muchos de sus derechos son violados, son obligados a separarse de
sus familias y lamentablemente continúan siendo objeto de actitudes racistas y
xenófobas.
Frente a tal situación, repito aquello que he tenido oportunidad de afirmar en
el Mensaje para la Jornada mundial del Migrante y del Refugiado de este año:
“Es necesario un cambio de actitud hacia los migrantes y refugiados por parte
de todos; el paso de una actitud de defensa y de miedo, de desinterés o de
marginación – que, al final, corresponde precisamente a la “cultura del
descarte” – a una actitud que tenga a la base la “cultura del encuentro”, la
única capaz de construir un mundo más justo y fraterno, un mundo mejor”.
Me urge, además, llamar la atención sobre decenas de miles de niños que emigran
solos, no acompañados, para escapar a la pobreza y a las violencias: esta es
una categoría de migrantes que, desde Centro America y desde México, atraviesa
la frontera con los Estados Unidos de América en condiciones extremas, en busca
de una esperanza que la mayoría de las veces resulta vana. Ellos aumentan día a
día. Tal emergencia humanitaria reclama en primer lugar intervención urgente,
que estos menores sean acogidos y protegidos. Tales medidas, sin embargo no
serán suficientes, sino son acompañadas por políticas de información sobre los
peligros de un viaje tal y, sobre todo, de promoción del desarrollo en sus
países de origen.
Finalmente, es necesario frente a este desafío, llamar la atención de toda la
comunidad internacional para que puedan ser adoptadas nuevas formas de
migración legal y segura.
Deseo un gran éxito a la admirable iniciativa del Ministerio de Asuntos
Exteriores del gobierno mexicano de organizar un coloquio de estudio y
reflexión sobre el gran desafío de la emigración e imparto de corazón a cada
uno de los presentes mi Bendición Apostólica.
Rv
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