Un informe del Banco Mundial asegura que el Viejo Continente debe consensuar un discurso coherente sobre la emigración, que supone un importante recurso económico tanto para los países emisores como receptores.
A pesar del auge del populismo y de formaciones xenófobas como el Partido de la Libertad (PVV) del holandés Geert Wilders, "Europa necesita a más inmigrantes, no sólo para sostener la economía sino también como factor de desarrollo" que neutralice las tendencias racistas, según se desprende del último estudio del Banco Mundial (BM).
"En todo lo relativo a la emigración, Europa va dando palos de ciego, sin un discurso coherente. Los inmigrantes se convierten a menudo en los chivos expiatorios de políticos populistas o en precampaña electoral, eso es inaceptable desde todo punto de vista", explicó el experto español Jesús Alquézar.
El delicado tema de los flujos migratorios está más de actualidad que nunca. Parlamentarios de Latinoamérica y Europa se reunieron en Ecuador para sumar esfuerzos en la búsqueda de mecanismos para ayudar a los inmigrantes que, pese a estar integrados, se encuentren en condición irregular en Europa.
Durante la reunión de la Asamblea Parlamentaria Euro-Latinoamericana (Eurolat) en Cuenca, sur de Ecuador, que contó entre otros con la participación de delegados del Mercosur, muchos representantes de países latinoamericanos criticaron con dureza la denominada Directiva de retorno aprobada por la Unión Europea.
No obstante, Alquézar, uno de los responsables del estudio Migración y Cualificaciones: la experiencia de los trabajadores inmigrantes, editado por el BM, considera que Europa necesita "y va a necesitar" a muchos más inmigrantes.
"Europa necesita, y va a necesitar, cada vez más inmigrantes", sostiene el experto, que ha realizado buena parte de sus análisis y estudios para diversas instituciones de la UE y ahora para el BM, con sede en Washington. "Es evidente que la sociedad europea envejece a marchas forzadas y, además, la globalización ha provocado una creciente competencia internacional por atraer capital humano, ya sean investigadores, ingenieros, economistas u obreros cualificados", explicó.
"Las instituciones europeas son conscientes de este hecho, pero de vez en cuando aparecen mensajes contradictorios desde los estados miembros como desde las propias instituciones, por ejemplo con la llamada Directiva del retorno, que tanta polémica genera. Ésta promueve el concepto de "regreso voluntario" de los inmigrantes irregulares en Europa.
Con ello, la UE desea que los sin papeles abandonen el territorio de la Unión. Para ello, los socios del bloque comunitario pueden elegir el plazo máximo para ese "retorno voluntario" en un intervalo que oscila entre siete y 30 días.
El investigador considera que, lejos de ser un elemento negativo, la inmigración es "absolutamente indispensable" para un Viejo Continente, precisamente cada vez más "envejecido".
"En estos días en que la prensa nos habla de los Objetivos del Milenio, hay que recordar que la experiencia demuestra que la inmigración puede ser uno de los instrumentos de ayuda al desarrollo más eficaces, favoreciendo además a las tres partes implicadas: al país de destino, al país de origen y al propio inmigrante", explicó.
Y es que este estudio del Banco Mundial demuestra que una inmigración exitosa contribuye sobremanera al desarrollo del país de origen así como al de acogida, sostuvo. "Se suelen citar las tradicionales remesas de los emigrantes, pero al menos tan importante como eso es el papel de los emigrantes que regresan a sus países de origen e invierten sus ahorros y su experiencia profesional en crear negocios, más o menos sofisticados", aseguró Alquézar, quien, no obstante, matizó que es indispensable "saber aprovechar el potencial" de los retornados.
"Para que la inmigración sea verdaderamente útil al desarrollo y al crecimiento económico, es necesario que los conocimientos y destrezas de los inmigrantes sean utilizadas de un modo coherente. No es posible que licenciados trabajen como obreros de la construcción, camareros o en el servicio doméstico, como está ocurriendo en Europa", aseguró.
"Esta situación no puede ser ni siquiera calificada de fuga de cerebros, sino de derroche de cerebros. Más allá de las consideraciones éticas, si Europa quiere ser competitiva en el mercado global, no puede permitirse malgastar su principal recurso: el capital humano, local y extranjero", concluyó.
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