La mitad de los inmigrantes llega a España sin su pareja – El 60% reagrupa a su familia al cabo de un año – En el regreso influye más la situación que se da en el país de origen que la situación de crisis que haya en el de acogida.
La emigración es un proceso que supone la ruptura con muchas cosas. Entre ellas, una de las más importantes es el vínculo de pareja. La mitad de los inmigrantes no comunitarios llega a España sin ella. Aunque algunos de ellos se reagrupan al cabo de un año o dos, el número de parejas que al final se quedan es incierto. En el resultado final influyen varios factores. En contra de lo que se piensa, la crisis económica en España no es determinante para que decidan volverse a su país de origen. Toman la decisión principalmente por razones familiares, de vínculo y de organización, y sopesando si les compensa volver cuando la situación personal y social en su tierra no ha cambiado.
La emigración es un proceso que supone la ruptura con muchas cosas. Entre ellas, una de las más importantes es el vínculo de pareja. La mitad de los inmigrantes no comunitarios llega a España sin ella. Aunque algunos de ellos se reagrupan al cabo de un año o dos, el número de parejas que al final se quedan es incierto. En el resultado final influyen varios factores. En contra de lo que se piensa, la crisis económica en España no es determinante para que decidan volverse a su país de origen. Toman la decisión principalmente por razones familiares, de vínculo y de organización, y sopesando si les compensa volver cuando la situación personal y social en su tierra no ha cambiado.
Las políticas que se emprenden en los países de acogida (no solo en España, ocurre en toda la UE) influyen notablemente en el tipo de emigración que se recibe y que se mantiene, como las medidas de reagrupación familiar. Las naciones tienden a facilitar la llegada de personas vinculadas a la familia nuclear, lo que hace que sea más fácil la integración para las personas procedentes de países con esta tradición, como los latinoamericanos.
Estos son precisamente los que más emigran con su cónyuge. Lo hacen los ecuatorianos en mayor medida, seguidos de los rumanos (según datos anteriores a su entrada en la UE) y de los asiáticos, a excepción de Japón e Israel. Además, hay más mujeres (57%) que vienen solas a España a trabajar que hombres (53%), con las rumanas, latinoamericanas y asiáticas a la cabeza.
Las diferencias culturales hacen que, mientras en algunos países estas separaciones son vividas con tristeza y como algo temporal -aunque al final duren una década e incluso provoquen la ruptura de la pareja-, en otros se ven como algo natural, como ocurre en el caso de algunos africanos, en especial, por ejemplo, en las familias senegalesas. Como demuestran los datos (que son de 2007, pero vigentes, ya que están vinculados a comportamientos que no cambian en muchos años), solo el 12% de los hombres y el 27% de las mujeres marroquíes migran con sus parejas. Es reducido también el porcentaje de hombres procedentes de África subsahariana (23%) que llegan acompañados.
Casi el 40% de los inmigrantes tenían pareja en el momento en el que decidieron venir a España. “Son separaciones forzadas por la lógica del proceso migratorio. En el caso de los procedentes de la UE la situación es evidentemente distinta y el proyecto migratorio es conjunto. Cuando había una convivencia anterior, matrimonial o de pareja de hecho, la aspiración en unos casos es recuperar al cabo del tiempo esa convivencia pero en otros no, depende del proceso migratorio que hayan acordado”, explica la demógrafa del CSIC, Clara Cortina, que ha estudiado en profundidad la dimensión familiar de los procesos migratorios. “Generalmente se dan dos tipos de proyectos migratorios: que uno se vaya por un periodo corto y vuelva con lo que ha ahorrado o que busque establecerse en el destino. En este segundo caso, la reagrupación familiar forma parte del proceso”. Esta experta explica que con estos distanciamientos “no se crea estrictamente un nuevo modelo de familia, pero lo que sí pasa es que se tambalea a veces su propio modelo”. “Se crean nuevas formas de vida en pareja”, añade. Una especie de vidas de locutorio, en las que el contacto con la familia nuclear y extensa es teléfonico, a excepción de alguna vez al año o cada dos años que viajan a su país.
Las parejas de inmigrantes viven, en general, dos tipos de separaciones, destacan los especialistas. La primera es desde el momento de la partida de su país. Cuando uno de los miembros de la pareja deja al otro en su tierra, a menudo, a cargo de sus hijos. Y la segunda se produce cuando la familia ya estaba agrupada en España y, por razones que suelen ser muy diversas (no solo influye que no puedan trabajar) se vuelve una parte a su país.
Teresa Castro, experta en demografía de la familia, también del CSIC, apunta que “es difícil generalizar en este tema”. “La migración, por ejemplo, latinoamericana a España se reagrupa en algún momento, de media, al cabo de cuatro o cinco años. Y se ve claro que se vienen muchas mujeres solas y lo que más abunda son personas que tienen parejas de hecho, ya que en muchos de esos países casi la mitad de las parejas son de este tipo, y con hijos. Esto las hace más vulnerables al venir a España, con mayor riesgo de separación”, añade Castro.
Los especialistas dicen que en España se está asentando un modelo de familia transnacional similar al que se empezó a crear hace varias generaciones entre las de mexicanos que emigraban a Estados Unidos. Esto es, los parientes van y vienen por años o periodos de tiempo y los hijos se acostumbran, por ejemplo, a que uno de los padres no esté normalmente con ellos en el país de origen, pero de mayor puede irse con él.
En España hay en la actualidad 4,7 millones de extranjeros residentes en España, de los cuales 2,4 millones son inmigrantes procedentes de países que no son comunitarios. Es difícil saber con exactitud cuántos inmigrantes se vuelven a su país cada año. El cálculo más fiable es que retorna cada año alrededor del 14%, una estimación obtenida a partir de las bajas del padrón. La última proyección de crecimiento de la población española del Instituto Nacional de Estadística (INE) confirma ese cálculo: la estimación de regresos es de entre el 15% y el 20% anual. Aunque también hay que tener en cuenta que el hecho de que un inmigrante no renueve el padrón no significa necesariamente que se haya marchado de España.
Diego López de Lera, demógrafo especializado en Migraciones Internacionales de la Universidade da Coruña, dice que “la imagen de los retornados de que vuelven triunfantes es del siglo pasado, esta tipología representa un porcentaje muy bajo”. “Las bajas del padrón adolecen de un grado de subregistro, pero sabemos que en 2009 se dieron de baja 142.000 inmigrantes y la mitad, unas 70.000, son bajas por caducidad. Los que más se dieron de baja expresamente son los latinoamericanos y, por países, los rumanos, bolivianos, marroquíes, argentinos y colombianos. Y dos tercios (entre el 60% y el 70%) eran hombres”.
López de Lera dirige el proyecto de su universidad Procesos de retorno de los inmigrantes extranjeros en España. ¿Dónde está la gota que les hace decidirse a retornar con su familia? “No es verdad que sea por los problemas económicos en España, como se ha dicho muchas veces. Les hacen retornar factores como la situación familiar en origen, algo que le pase a algún familiar cercano o problemas de los hijos”.
Otra fuente para saber los que se vuelven a su país es el Programa de Retorno Voluntario del Ministerio de Trabajo e Inmigración, pero “estos números son ridículos”, advierten los expertos. Según esos datos, se han acogido en el año 2009 al programa de retorno voluntario para inmigrantes en situación vulnerable 4.022 personas. Las cifras son bien pequeñas, pero es cierto que han crecido mucho: en 2003 se acogieron solo 604 y el aumento ha sido progresivo. En total, de 2003 a la actualidad han recurrido a él 10.693 personas.
El aumento del retorno se ha relacionado en los últimos tiempos con la crisis económica. Sin embargo, casi todos los expertos discrepan de estas afirmaciones. “Los inmigrantes no se vuelven a su país según vayan las cosas aquí, sino en función de cómo van en sus países”, señala investigadora del CSIC Amparo González-Ferrer, socióloga especialista en el estudio de familias de inmigrantes. “En Alemania, en los primeros años ochenta se vio, por ejemplo, que la crisis puede hacer que aceleren la decisión de volver cuando ya estaban pensando en ello”. “Además, para ellos el coste de volver es alto”, añade Amparo González-Ferrer. “Por un lado está el psicológico, porque la reintegración no es fácil, y, por otro, no siempre pueden aplicar lo que han aprendido aquí. Y, además, los motivos por los que se vinieron, sean personales o sociales, pueden no haber cambiado”.
Con la crisis económica, al haber menos trabajo, menos factores de atracción a la inmigración y más dureza en las fronteras, la mayoría de los que vienen a España lo hacen por reagrupación familiar. Esta ya se encuentra en el centro del debate y va a ser el caballo de batalla de los próximos años. En especial, el objetivo debe estar, según los expertos, en acercar los discursos políticos y los incompletos datos oficiales a la situación real sobre la forma de promoverla y el auténtico número de reagrupaciones que se producen.
“Los datos de reagrupación familiar no sirven como instrumento de planificación”, señala González-Ferrer. “Un reglamento de la UE de 2007 obliga a los Estados a expedir un número de permisos por reagrupación familiar”, explica esta experta. “El principal escollo para el inmigrante está en los consulados de su país de origen, que suelen estar desbordados (sobre todo los de Latinoamérica y África) y es donde tienen que acudir para solicitar el visado y disponen solo de dos meses para que se expida. Los problemas al final para saber el alcance de esto son que no se sabe ni la demanda real de agrupaciones ni cuántos se han reagrupado ya sin seguir el procedimiento legal”.
La directora general de Integración de los Inmigrantes del Ministerio de Trabajo e Inmigración, Estrella Rodríguez Pardo, defiende los dos tipos de programas de retorno que existen, aunque reconoce también que el “ministerio está estudiando cómo mejorar todos estos programas para facilitar la inmigración circular, el movimiento de los inmigrantes, por ejemplo, permitiendo que no pierdan, si vuelven a su país, determinados derechos adquiridos en España”.
“Hay dos programas, el dirigido a desempleados, que pueden cobrar el 40% de la prestación acumulada al retornar y el 60%, una vez en su país, y el de asistencia social a los que están en situación vulnerable con los que se les paga el billete y se les da una ayuda hasta que están asentados, que ha crecido muchísimo año tras año”, señala Rodríguez. “Estas opciones son voluntarias y hay que mantenerlas en el tiempo para que cada inmigrante decida su propio proyecto migratorio”, añade.
Uno de los datos que revela la última Encuesta Nacional de Inmigración es que alrededor del 60% de los inmigrantes (sin contar a los que proceden de otros países de le UE) tenía a su cónyuge viviendo con ellos ya al año de llegar a España. Es decir, el 40% seguía viviendo separado. Esto da una idea de la magnitud real de la reagrupación. “Necesariamente tuvo que ser al margen del procedimiento legal porque en un año es prácticamente imposible que hayan completado los requisitos”, explica González-Ferrer.
Se podría concluir, a la vista de los datos y del análisis de los expertos, que la inmensa mayoría de las parejas de inmigrantes que se vuelven a juntar no se están reagrupando por la vía legal en España. Primero viene el cónyuge y luego se regulariza. Pero hay que añadir que las dificultades para estudiar la reagrupación como fenómeno sociológico no son exclusivas de España, ocurre en toda la UE. La mayoría de los discursos políticos sobre reagrupación están basados en cifras oficiales, lo que no parece operativo, porque no da una idea clara de cómo se debería abordar la situación real.
La reagrupación de la pareja o hijos en otro país lleva además a veces a grandes choques culturales. Así lo han reflejado diversos estudios cualitativos realizados en los últimos años, según explican los expertos en inmigración. Por ejemplo, las relaciones de autoridad entre padre e hijos son distintas en España que en los países de origen de muchos inmigrantes. También lo es el trato a las personas mayores y, a veces, los padres tienen miedo a que sus hijos se “contaminen” de costumbres diferentes de las de sus países.
En relación con este aspecto, Amparo González-Ferrer dice que “todos los Estados fomentan un tipo de familia directa o indirectamente entre su población inmigrante, fomentando o dificultando el mantenimiento de la estructura familiar de origen. La política fomenta de alguna manera a los que están más dispuestos a aceptar el esquema de familia nuclear”. “En origen no todos están cerca del modelo de familia nuclear. Además, las comunidades de inmigrantes acaban reproduciendo características de sus países. Por ejemplo, los dominicanos, que fomentan que se vengan las mujeres solas porque son ellas las que tienen un papel muy activo en el mantenimiento de la familia, y en el caso de los senegaleses ocurre al revés: si el hombre que inmigra promueve traerse a alguien suele ser, antes que a la mujer que se ha quedado con los hijos, a un hermano o un primo”.
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