El papa Francisco rezó
ayer por el sufrimiento de los refugiados y los inmigrantes durante el Vía
Crucis nocturno en el Coliseo de Roma en el que se conmemora el calvario de
Cristo antes de la crucifixión. El tradicional rito alrededor del monumento
romano, se celebró en medio de fuertes medidas de seguridad adoptadas tras los
recientes ataques de Bruselas. Francisco pidió al cardenal italiano Gualtiero
Bassetti, entre los purpurados más amigos, que escribiera las meditaciones que
tradicionalmente se leen en cada una de las 14 estaciones del calvario padecido
por Cristo. El texto abordó la situación de los refugiados por las guerras, de
los desplazados y perseguidos y comparó sus sufrimientos con los padecidos por
Jesús en su pasión. “¿Cómo no ver el rostro del Señor en aquellos de los
prófugos, refugiados, desplazados, que huyen desesperados del horror de la
guerra, las persecuciones, las dictaduras?”, se preguntó. “¡Cuánto miedo hay en
nuestra vida! Tenemos miedo del diferente, del extranjero, del emigrante. Nos
causa temor el futuro, los imprevistos, la miseria. Cuánto miedo hay en
nuestras familias, en los lugares de trabajo, y en nuestras ciudades”.
En
cada estación del Vía Crucis se abordó un tema específico que preocupa al
mundo, mientras la cruz fue cargada por fieles de numerosas nacionalidades,
entre ellos latinoamericanos de Paraguay, Ecuador, Bolivia y México. “Hay
sufrimientos que parecen negar el amor de Dios. ¿Dónde está Dios en los campos
de exterminio? ¿Dónde está Dios en las minas y en las fábricas donde trabajan
los niños como esclavos? ¿Dónde está Dios en las pateras que se hunden en el
Mediterráneo?”. En la víspera, Jueves Santo, Francisco se acercó a un centro de
refugiados cerca de Roma, donde lavó los pies a doce refugiados y migrantes,
entre ellos varias mujeres y musulmanes, en una ceremonia que rememora la
última cena de Jesús con los doce apóstoles.
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