Jornada
internacional, promovida por la ONU, que conmemora las víctimas de la
esclavitud y la trata trasatlántica de esclavos, queremos recordar el interés
que desde siempre ha tenido y tiene el Papa Francisco en afrontar la plaga de
la trata “esta nueva forma de esclavitud contemporánea, que constituye -ha
dicho- una violación aberrante de la dignidad y de los derechos de la persona”.
Recordamos dos momentos: a principios de noviembre, el Papa promovió un seminario en el Vaticano para establecer el real estado de la situación y una agenda para combatir dicho crimen atroz; y el 12 de diciembre, condenaba enérgicamente la trata de personas y el trafico de seres humanos, recibiendo a un grupo de nuevos embajadores. Francisco pidió a todos aunar fuerzas contra la plaga de la trata de personas.
Además de su profunda repulsa y preocupación por el tráfico de seres humanos, que es «una vergüenza y un crimen contra la humanidad», Francisco dirigió un llamamiento a todos, a los creyentes y no creyentes, a los responsables de la sociedad y de las naciones para aunar fuerzas contra la plaga de la trata de personas. Con su cordial bienvenida a 17 nuevos embajadores ante la Santa Sede, después de dirigir su primer pensamiento a la comunidad internacional, a las múltiples iniciativas que se llevan adelante para promover la paz, el diálogo, las relaciones culturales, políticas, económicas, y para socorrer a las poblaciones probadas por diferentes dificultades, el Papa afrontó el tema la trata de seres humanos, crimen que le preocupa mucho, recordando que los cristianos reconocemos el rostro de Jesucristo en los más necesitados
«Hoy deseo afrontar con ustedes un tema que me preocupa mucho y que amenaza actualmente la dignidad de las personas: la trata de seres humanos. Es una verdadera forma de esclavitud, lamentablemente cada vez más difundida, que afecta a todos los países, incluso a los más desarrollados, y que afecta a las personas más vulnerables de la sociedad: a mujeres y muchachas, niños y niñas, discapacitados, a los más pobres, a los que provienen de situaciones de desintegración familiar y social. En ellos, de manera especial, los cristianos reconocemos el rostro de Jesucristo, que se ha identificado con los más pequeños y los más necesitados. Otros, que no se refieren a una fe religiosa, en nombre de la común humanidad, comparten la compasión por su sufrimiento, con el compromiso de liberarlos y de aliviar sus heridas».
«La trata de personas es un crimen contra la humanidad», reiteró el Papa Bergoglio, señalando que podemos y debemos aunar esfuerzos para derrotar semejante vergüenza:
«Juntos podemos y debemos comprometernos para que sean liberados y se pueda poner fin a este horrible comercio. Se habla de millones de víctimas del trabajo forzoso – trabajo esclavo - la trata de personas con fines de mano de obra y explotación sexual. Todo esto no puede continuar: es una grave violación de los derechos humanos de las víctimas y una afrenta a su dignidad, así como una derrota para la comunidad mundial. Todas las personas de buena voluntad, que se profesen religiosas o no, no pueden permitir que estas mujeres, estos hombres, estos niños sean tratados como objetos, engañados, violados, a menudo vendidos más de una vez, con diferentes propósitos, y, finalmente, asesinados, o de todas maneras, dañados en el cuerpo y la mente, para acabar siendo desechados y abandonados. Es una vergüenza. La trata de personas es un crimen contra la humanidad».
Tras recordar que debemos unir fuerzas para liberar a las víctimas y detener este crimen cada vez más agresivo, que amenaza, además de los individuos, los valores y cimientos de la sociedad y también la seguridad y la justicia internacionales, así como la economía, la estructura familiar y la misma vida social, el Santo Padre destacó la importancia de la responsabilidad y de la urgencia de medidas concertadas, así como de un profundo examen de conciencia en distintos ámbitos nacionales e internacionales:
«Se necesita una toma de responsabilidad común y una voluntad política más decida para lograr vencer en este frente. Responsabilidad hacia los que han caído víctimas de la trata de personas, para tutelar sus derechos, para asegurar su incolumidad y la de sus familiares, para impedir que los corruptos y los criminales eludan la justicia y tengan la última palabra sobre las personas. Una intervención legislativa adecuada en los países de origen, de tránsito y de llegada, también con el fin de facilitar la migración regular, puede reducir el problema.
Los gobiernos y la comunidad internacional, a quienes corresponde principalmente prevenir e impedir este fenómeno, no han dejado de tomar medidas en los distintos niveles para bloquearlo y para proteger y asistir a las víctimas de este crimen, a menudo vinculado con el comercio de drogas, de armas, al transporte de inmigrantes ilegales, a la mafia.
Desafortunadamente, no podemos negar que algunas veces, quedaron contagiados también operadores públicos y miembros de los contingentes que participan en misiones de mantenimiento de la paz. Pero para obtener buenos resultados, es necesario que la acción de contraste incida también en la cultura y la comunicación. Y en este nivel existe la necesidad de un profundo examen de conciencia: ¿cuántas veces, de hecho, toleramos que un ser humano sea considerado como un objeto, expuesto para vender un producto o para satisfacer deseos inmorales? La persona humana nunca debe ser comprada y vendida como una mercancía. Quien la utiliza y la explota, aunque sea indirectamente, se vuelve cómplice de este abuso».
Antes de concluir su intenso y denso discurso, el Santo Padre renovó su exhortación a la comunidad internacional:
«He querido compartir estas reflexiones con ustedes sobre una plaga social de nuestro tiempo, porque creo en el valor y la fuerza de un esfuerzo concertado para luchar contra ella. Por consiguiente, exhorto a la comunidad internacional para que llegue a un mayor acuerdo y eficacia en la estrategia contra la trata de personas, para que en todas las partes del mundo, los hombres y las mujeres nunca sean utilizados como un medio, sino que sean siempre respetados en su dignidad inviolable».
Recordamos dos momentos: a principios de noviembre, el Papa promovió un seminario en el Vaticano para establecer el real estado de la situación y una agenda para combatir dicho crimen atroz; y el 12 de diciembre, condenaba enérgicamente la trata de personas y el trafico de seres humanos, recibiendo a un grupo de nuevos embajadores. Francisco pidió a todos aunar fuerzas contra la plaga de la trata de personas.
Además de su profunda repulsa y preocupación por el tráfico de seres humanos, que es «una vergüenza y un crimen contra la humanidad», Francisco dirigió un llamamiento a todos, a los creyentes y no creyentes, a los responsables de la sociedad y de las naciones para aunar fuerzas contra la plaga de la trata de personas. Con su cordial bienvenida a 17 nuevos embajadores ante la Santa Sede, después de dirigir su primer pensamiento a la comunidad internacional, a las múltiples iniciativas que se llevan adelante para promover la paz, el diálogo, las relaciones culturales, políticas, económicas, y para socorrer a las poblaciones probadas por diferentes dificultades, el Papa afrontó el tema la trata de seres humanos, crimen que le preocupa mucho, recordando que los cristianos reconocemos el rostro de Jesucristo en los más necesitados
«Hoy deseo afrontar con ustedes un tema que me preocupa mucho y que amenaza actualmente la dignidad de las personas: la trata de seres humanos. Es una verdadera forma de esclavitud, lamentablemente cada vez más difundida, que afecta a todos los países, incluso a los más desarrollados, y que afecta a las personas más vulnerables de la sociedad: a mujeres y muchachas, niños y niñas, discapacitados, a los más pobres, a los que provienen de situaciones de desintegración familiar y social. En ellos, de manera especial, los cristianos reconocemos el rostro de Jesucristo, que se ha identificado con los más pequeños y los más necesitados. Otros, que no se refieren a una fe religiosa, en nombre de la común humanidad, comparten la compasión por su sufrimiento, con el compromiso de liberarlos y de aliviar sus heridas».
«La trata de personas es un crimen contra la humanidad», reiteró el Papa Bergoglio, señalando que podemos y debemos aunar esfuerzos para derrotar semejante vergüenza:
«Juntos podemos y debemos comprometernos para que sean liberados y se pueda poner fin a este horrible comercio. Se habla de millones de víctimas del trabajo forzoso – trabajo esclavo - la trata de personas con fines de mano de obra y explotación sexual. Todo esto no puede continuar: es una grave violación de los derechos humanos de las víctimas y una afrenta a su dignidad, así como una derrota para la comunidad mundial. Todas las personas de buena voluntad, que se profesen religiosas o no, no pueden permitir que estas mujeres, estos hombres, estos niños sean tratados como objetos, engañados, violados, a menudo vendidos más de una vez, con diferentes propósitos, y, finalmente, asesinados, o de todas maneras, dañados en el cuerpo y la mente, para acabar siendo desechados y abandonados. Es una vergüenza. La trata de personas es un crimen contra la humanidad».
Tras recordar que debemos unir fuerzas para liberar a las víctimas y detener este crimen cada vez más agresivo, que amenaza, además de los individuos, los valores y cimientos de la sociedad y también la seguridad y la justicia internacionales, así como la economía, la estructura familiar y la misma vida social, el Santo Padre destacó la importancia de la responsabilidad y de la urgencia de medidas concertadas, así como de un profundo examen de conciencia en distintos ámbitos nacionales e internacionales:
«Se necesita una toma de responsabilidad común y una voluntad política más decida para lograr vencer en este frente. Responsabilidad hacia los que han caído víctimas de la trata de personas, para tutelar sus derechos, para asegurar su incolumidad y la de sus familiares, para impedir que los corruptos y los criminales eludan la justicia y tengan la última palabra sobre las personas. Una intervención legislativa adecuada en los países de origen, de tránsito y de llegada, también con el fin de facilitar la migración regular, puede reducir el problema.
Los gobiernos y la comunidad internacional, a quienes corresponde principalmente prevenir e impedir este fenómeno, no han dejado de tomar medidas en los distintos niveles para bloquearlo y para proteger y asistir a las víctimas de este crimen, a menudo vinculado con el comercio de drogas, de armas, al transporte de inmigrantes ilegales, a la mafia.
Desafortunadamente, no podemos negar que algunas veces, quedaron contagiados también operadores públicos y miembros de los contingentes que participan en misiones de mantenimiento de la paz. Pero para obtener buenos resultados, es necesario que la acción de contraste incida también en la cultura y la comunicación. Y en este nivel existe la necesidad de un profundo examen de conciencia: ¿cuántas veces, de hecho, toleramos que un ser humano sea considerado como un objeto, expuesto para vender un producto o para satisfacer deseos inmorales? La persona humana nunca debe ser comprada y vendida como una mercancía. Quien la utiliza y la explota, aunque sea indirectamente, se vuelve cómplice de este abuso».
Antes de concluir su intenso y denso discurso, el Santo Padre renovó su exhortación a la comunidad internacional:
«He querido compartir estas reflexiones con ustedes sobre una plaga social de nuestro tiempo, porque creo en el valor y la fuerza de un esfuerzo concertado para luchar contra ella. Por consiguiente, exhorto a la comunidad internacional para que llegue a un mayor acuerdo y eficacia en la estrategia contra la trata de personas, para que en todas las partes del mundo, los hombres y las mujeres nunca sean utilizados como un medio, sino que sean siempre respetados en su dignidad inviolable».
ER RV
Nenhum comentário:
Postar um comentário