Hace un año, frente a un grupo de madres centroamericanas que cruzaron medio México en busca de sus hijos, migrantes desaparecidos, la Secretaría de Gobernación (SG) se comprometió a concretar un plan interinstitucional de protección en las rutas migratorias, a establecer una base de datos coordinada con los estados, a darle seguimiento a los casos de extranjeros extraviados y sancionar los casos de extorsión por parte de funcionarios.
La caravana de madres itinerantes –esta vez son 33, la mayoría de Honduras– está nuevamente en México, se ha vuelto a reunir con los mismos funcionarios de la SG, del Instituto Nacional de Migración y de las procuradurías General de la República (PGR) y estatales. Y han descubierto que en el año transcurrido no se hizo nada: ni plan de protección, ni base de datos ni respuestas a las acuciantes preguntas sobre el paradero de sus seres queridos.
Ayer, en su paso por esta ciudad, manifestaron en conferencia de prensa que esta vez quieren ir “un poco más allá de las denuncias y de las exigencias”, y promover la solidaridad en la ciudadanía mexicana: “Que se unan a nuestras peticiones para erradicar la xenofobia” que subyace debajo de la violencia que padece la población migrante.
Esta marcha que ya recorrió Tabasco, Veracruz, Coahuila, Tamaulipas, San Luis Potosí y Querétaro, bajo la consigna “Sigo tus huellas con la esperanza de encontrarte”, aún no culmina. En su camino de regreso hacia Centroamérica pasarán por Orizaba, Veracruz; Ixtepec, Oaxaca, y Arriaga, Chiapas. En cada estación acuden a las casas y albergues de migrantes, a los centros de detención y, cuando se puede, a las morgues; recorren las vías del tren y las iglesias.
En el Servicio Médico Forense de San Luis Potosí encontraron los cuerpos de cuatro centroamericanos: uno era de una mujer salvadoreña. “Gracias a Dios ninguno era de los nuestros”, expresa Miriam Chacón, con ese sentimiento ambivalente de los familiares de los desaparecidos, aferrados a la esperanza de encontrarlos vivos, no en alguna fosa o en una morgue.
En Tenosique, Tabasco, encontraron a cuatro hondureños detenidos. “Pedimos sus datos y de regreso vamos a informarles a sus familias que ellos están bien”.
Marta Sánchez, coordinadora del Movimiento Migrantes de Mesoamérica, explicó que en esta sexta caravana de víctimas, las mujeres participantes lograron establecer “objetivos más allá de sus tragedias personales. Ahora se pretende que este tema ya no desaparezca de la agenda social mientras falte uno de ellos”.
Otro de los coordinadores, Rubén Figueroa, expresó que los migrantes “continúan transitando en México de forma invisible para el gobierno, y muchas veces para la sociedad. Todos los días llegan testimonios de secuestros, asesinatos, violación de mujeres migrantes, sin que se implemente un solo mecanismo de búsqueda, mucho menos de prevención o protección”.
Horas antes del encuentro de estas mujeres que no se separan de las fotografías de sus hijos e hijas, el grupo tuvo una reunión con la responsable de la Procuraduría Social de Atención a Víctimas de los Delitos (Províctima), Irene Herrerías.
Solamente procedentes de Honduras, sin que se tengan datos completos, se teme que mil migrantes hayan desaparecido en las rutas que cruzan la República Mexicana. Otros tantos suman de El Salvador, Nicaragua y Guatemala. Y en cifras menores, de Ecuador y hasta Brasil.
A su vez, Alberto Herrera, de Amnistía Internacional (AI), lamentó el incumplimiento de la SG, que hace más de un año se comprometió a instalar un plan interinstitucional. “Parte del plan era una base de datos y un mecanismo de cooperación de información dentro del sistema de procuración de justicia. Nada de esto existe”. Ante esta “gravísima omisión –dijo el ejecutivo de AI–, hoy es la sociedad civil, los albergues, las pastorales de movilidad social y el equipo argentino forense quienes están sacando adelante un trabajo que le corresponde a las autoridades mexicanas”.
Marcadas por su tragedia, cada una de las madres habla también de esperanza. Aunque a veces esa esperanza sufre embates demasiado crudos. El peor, hasta ahora, fue la visita del grupo de estas mujeres –todas de origen muy humilde, muchas de ellas abuelas que ahora crían solas a los nietos que sus hijos dejaron atrás– a San Fernando, Tamaulipas, donde hace ya 15 meses fueron encontrados los cuerpos de 72 migrantes que habían sido ejecutados pocas horas antes. “Ese barracón es una pura tristeza. Mire que una nunca pierde la esperanza, pero ahí adentro… como que todo se nos vino encima”.
Después de recorrer la ruta del Golfo, paso obligado para la mayor parte del flujo migratorio que se dirige a Estados Unidos, “las madres regresan todavía con su esperanza, pero sin resultado alguno, ya que el gobierno mexicano no tiene ningún planteamiento para que acabe este sufrimiento”, concluye Figueroa.
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