Dos años después del inicio de la conocida como «crisis de refugiados», la mayor desde la Segunda Guerra Mundial, las migraciones en el Mediterráneo Central –la ruta que conecta Libia con Italia– siguen siendo un tema resbaladizo para la Unión Europea, pero sobre todo para Italia, además de un drama humano que sigue dejando miles de vidas sepultadas bajo el mar. Sólo en lo que va de año han fallecido más de 2.000 personas, según la Organización Internacional de Migraciones (OIM). La situación en Libia –de donde parten los exiliados rumbo a Europa– continúa muy inestable, las mafias norteafricanas trafican a destajo con seres humanos desesperados y los migrantes siguen a la deriva, en el antiguo «Mare Nostrum», buscando una mejor vida en el Viejo Continente.
¿Ha cambiado algo en estos dos años? ¿Se ha aprendido a gestionar esta tragedia o una vez alejados de los titulares de la prensa mundial, los inmigrantes siguen luchando en silencio por llegar a Europa? En estos últimos días, el Mediterráneo se está enredando cada vez más en ambos lados de la zona de rescates. Por un lado, el Gobierno libio de unidad nacional se muestra ambiguo frente a la nueva misión naval de Italia en la zona. Por el otro, las ONG son investigadas por la Justicia transalpina por colaborar en el tráfico de seres humanos. Mientras tanto, la Guardia Costera italiana y las ONG siguen rescatando a diario a los migrantes que arriesgan su vida en el mar. Así pues, Europa está lejos de una solución definitiva acerca de la cuestión migratoria.
En este momento, la polémica que rodea al trabajo de las organizaciones no gubernamentales que operan en la zona han eclipsado al verdadero problema migratorio. En Italia no hace más que crecer cada día el debate. ¿Dónde está la frontera entre salvar a personas que arriesgan su vida en el mar y favorecer la migración irregular? En ello está la Justicia transalpina. Entre las ONG con problemas en este aspecto se encuentra la alemana Jugend Rettet, que actualmente está siendo investigada por la Fiscalía de Trapani (Sicilia) por tráfico ilegal de migrantes en tres ocasiones diferentes, entre 2016 y 2017. Por el momento, la embarcación «Iuventa», de la organización germana, ha sido secuestrada de forma preventiva. Acusada de favorecer la inmigración clandestina, esta organización ha sido fotografiada junto a miembros de mafias que operan desde Libia e intercambiando los motores de las barcas.
La prestigiosa oenegé internacional Médicos Sin Fronteras (MSF) también está siendo objeto de polémica en la Prensa italiana, ya que, según algunas indiscreciones de carácter sumarial que recoge el «Corriere della Sera», MSF «podría estar involucrada en la repartición de operaciones de rescate con otras oenegés, tras la existencia de unos acuerdos preventivos. Todo ello, sin contar con la Guardia Costera italiana», ésta responsable última de cualquier salvamento en la zona conocida como «Canal de Sicilia». Loris De Filippi, presidente de MSF Italia, quien rechaza las acusaciones, explica: «Realizamos los rescates y los transbordes solicitados por la Guardia Costera. Puede ocurrir que una organización tenga un comportamiento incorrecto, pero en el 99% todo ha ido bien. Las ONG salvan miles de personas, sólo MSF ha salvado a 69.000».
Resulta curioso que en medio de esta crisis humana, las autoridades presten más atención al trabajo de las ONG que a la gestión en sí de los migrantes que arriban a Europa y permanecen hacinados en los centros de atención a refugiados.
Para generar un cierto orden operativo de cara a los rescates sobre el terreno, el Ministerio del Interior italiano ha elaborado un código de conducta para que sea firmado por las ONG presentes en la zona de salvamento, frente a las costas de Libia. El quid de la cuestión, donde las ONG se dividen, está en la presencia de Fuerzas Armadas en las embarcaciones humanitarias. Por el momento, MSF ha decidido no adherirse al código ya que, según explica su director general en Italia, Gabriele Eminente, «en ningún país donde trabajamos aceptamos la presencia de armas, como por ejemplo, en nuestros hospitales». Sin embargo, la ONG española Proactiva Open Arms, que ya ha salvado a más de 5.000 personas en lo que va de año, ha afirmado que «la ambigüedad en la redacción de este texto [el código de conducta] dejaría mucho margen a la interpretación, pero lo consideramos un acto de buena voluntad por parte del Gobierno italiano para cooperar con nosotros y las demás organizaciones no gubernamentales de búsqueda y rescate en el mar».
Por otra parte, Italia ya ha puesto en marcha la operación naval destinada a apoyar a Libia para frenar a los traficantes de seres humanos frente a las costas norteafricanas. Así pues, las Fuerzas Armadas italianas podrán operar con libertad en el mar territorial libio, lo cual ha levantado algún que otro recelo en el Gobierno libio. La operación, según su viceprimer ministro, Fathi al Mejbari, no respeta la «soberanía de Libia». Lo cual no concuerda con la petición de ayuda realizada en Roma hace unas semanas por el propio presidente del Gobierno de unidad nacional del país, Fayez al Serraj, ante el primer ministro italiano, Paolo Gentiloni. Por otra parte, una nota de la agencia italiana de noticias ANSA informa de que Saif al Islam, uno de los hijos del fallecido presidente libio Muamar Gadafi, ha afirmado recientemente, tras haber salido de la cárcel, que Italia «tiene nostalgia del colonialismo fascista».
Y en medio de estos desencuentros políticos, las cifras de personas que llegan a costas europeas siguen siendo alarmantes. Según la OIM, en lo que va de año han llegado a Europa por vía marítima un total de 114.287 personas, más del 80% de ellas a través del Mediterráneo Central. La cifra total de fallecidos en el antiguo «Mare Nostrum», en 2017, es de 2.385 personas. El 93% mueren camino a Italia. A eso hay que sumar la falta de unidad en el seno de la UE para reubicar a los refugiados que ya están en el Viejo Continente y que siguen atascados principalmente en Grecia e Italia.
Un barco xenófobo para espantar a los inmigrantes
Los discursos antiinmigración siguen proliferando en diversos países de Europa, en concreto en Polonia, Hungría y República Checa, lo que da alas a actos xenófobos como el protagonizado por un barco de 40 metros de eslora que navega el Mediterráneo con la misión de cortar el paso a las embarcaciones cargadas de migrantes que intentan llegar a las costas de Europa. El cstar está fletado por un movimiento juvenil de extrema derecha llamado Generación Identitaria, que financió su operación «Defend Europe» a través de una campaña de crowdfunding lanzada por activistas antiinmigración franceses, alemanes e italianos. Esta organización ha recaudado más de 76.000 euros. El «C-Star» navegó por las costas de Libia el sábado y ahora se dirige a Túnez, donde ha habido manifestaciones en su contra. La última, ayer, en la que sindicalistas, militantes, pescadores y trabajadores portuarios salieron a las calles de Zarzis para impedir su entrada, dijo el dirigente del Fórum Tunecino por los Derechos Económicos y Sociales (Ftdes) Romdhane Ben Amor. Al avistar las protestas, el «C-Star» comenzó a alejarse del puerto de Zarzis con la intención de atracar en la isla turística de Yerba o en la ciudad industrial de Sfax. Ben Amor explicó que las asociaciones de Derechos Humanos locales están ya organizando nuevas manifestaciones en esas dos ciudades tunecinas.
La Razon
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