Fernando Medina
Saludan en árabe. Se abrazan y se besan en la
mejilla tres veces. Con los pies descalzos se arrodillan y colocan su frente en
el piso. Es una reverencia a Alá, su dios. En países de Oriente Medio esa
ceremonia es común entre ellos, pero en Ecuador solo se puede ver en el norte
de Quito, en su centro islámico. Allí, cada viernes asisten unos 200
extranjeros.
Llegan desde las 13:00 para recibir la
prédica de Aclnan Sayah, que dirige la mezquita.
La mayoría es árabe, pero también hay personas de Turquía, Pakistán, Afganistán, Jordania, Palestina, Egipto...
La mayoría es árabe, pero también hay personas de Turquía, Pakistán, Afganistán, Jordania, Palestina, Egipto...
Cada vez son más. Por eso ampliaron el
centro. Osman Sonmez es turco y va a la mezquita desde hace dos años, cuando
aterrizó en Ecuador.
Desde entonces dirige el Centro Cultural de
Turquía en Quito y conoce que cada año llega más gente de su nación.
El Instituto Nacional de Estadística y Censos
(INEC) corrobora aquello, pues en su registro de migración se ve cómo desde el
2008 se eleva la cantidad de migrantes turcos.Lo mismo sucede con los viajeros
de 20 países de Asia y África.
Todo
coincide con la eliminación de visas de turismo y la apertura de fronteras que
el Gobierno anunció ese año. El presidente Rafael Correa decía “todos son
bienvenidos”.
De hecho, los extranjeros que han llegado al
país reconocen que el libre acceso es una de las razones por las cuales el país
se vuelve un destino atractivo para vivir.
Pero Ecuador también sintió problemas con las
mafias que comenzaron a traficar migrantes a partir de la eliminación de visas.
Por eso, desde septiembre del 2010, comenzó a pedir ese documento a nueve
países.
Mahmoud Anees es de Egipto y llegó al país
hace un año y medio. No conocía Ecuador hasta que un amigo que ya residía aquí
le contó que había una oportunidad de trabajo.
Dice
que averiguó la documentación y se dio cuenta que no le exigían visa. Llegó
solo pero luego de un año trajo a su madre, esposa e hija.
Ahora todos están regularizados y trabajan en
el centro islámico. Allí dan clases de árabe y hacen traducciones.
Es fácil identificar a quienes llevan poco
tiempo en el país. Aún no dominan el español y responden con frases cortas o
monosílabos. Abdelrahma es uno de ellos.
El viernes vestía una túnica café y contó que
hace 11 meses tomó un vuelo desde su país hasta Brasil.
A esa nación no pudo entrar pues le exigían
una visa. Pero no le importó, porque su destino era Ecuador. Ahora quiere vivir
aquí.
Él se enteró de este país por un amigo que
viajó un año antes. En la Asamblea de Montecristi del 2008 se aprobaron las
figuras de la ciudadanía universal y de libre movilidad.
Con ello se garantiza que “ningún ser humano”
sea considerado “ilegal”. En esa ocasión, la oposición advertía que por esos
principios el país se “iba a inundar de miles de personas”.
Así lo recuerda María Augusta Calle,
presidenta de la Comisión de Soberanía de la Asamblea Nacional. Sin embargo,
para ella esto no ha ocurrido.
Lo
mismo piensa Fernando Bustamante, miembro de esa Mesa. El asambleísta dice que
el país ha ganado con la llegada de extranjeros porque “se incrementa la
riqueza”.
Además, explica que la apertura de fronteras
no es lo único que atrae a los extranjeros.
Dice que la situación económica también llama
la atención. No obstante, esa figura generó polémica en las últimas semanas por
la presencia de haitianos y cubanos sin documentos que intentaban pasar a
EE.UU. irregularmente.
En Quito, los extranjeros están asentados
principalmente en el norte y sur de la ciudad.
Este Diario los encontró en cinco barrios.
Por ejemplo, Samir, un sirio que llegó a Ecuador hace dos años, trabaja en un
restaurante libanés del norte.
El jueves contó que salió de su país hace
seis años y se radicó en Venezuela. Pero por la crisis de esa nación vino a
Ecuador, siguiendo el consejo de unos amigos que llegaron primero. “Acá estoy
mejor y no me pidieron visa”.
El dueño del restaurante en donde él trabaja
es de Líbano y llegó al país hace unos tres años.
Él también vivía en Venezuela pero por la
crisis decidió traer su negocio. Además, tenía familia en Ecuador. Ahora, en el
local trabajan venezolanos, libaneses y sirios.
Estos últimos salieron de su país por la
guerra. El mismo Samir ha perdido a primos.
Por eso, solicitó el refugio. De hecho, los
conflictos bélicos son una de las principales razones por las cuales las
personas de Oriente Medio abandonan sus naciones.
Así lo
corrobora Sonia Aguilar, representante del Comisionado de las Naciones Unidas
(Acnur).
Said es de esa nación. Llegó al Ecuador hace
seis años. Él tiene refugio y vive con sus padres y tres primos. Todos huyeron
de la guerra.
El Comercio
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