Lejos de su tierra y del hogar, 5.002 personas murieron en lo
que va del año buscando el sueño por una mejor vida. Murieron huyéndole a la
pobreza, a la hambruna, al conflicto. La mayoría ahogados (3.611), temerosos de
estar luchando contra la gravedad en altamar, con lo que quedaba de sus fuerzas
—tal vez sin saber siquiera nadar—, en frías aguas más al norte de lo que
estuvieron nunca.
La previsión es que 2016
supere por mucho la grave mortalidad de migrantes que se veía en años
anteriores, aún si el mundo intenta gradualmente responder ante una
problemática marcada siempre por la apatía, la indiferencia de la humanidad a
la muerte.
En 2015 la cifra oficial
quedó en 5.604 muertos, el mismo año en que la comunidad internacional se trazó
para 2030 el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) de “establecer mecanismos
de cooperación mundial para garantizar vías seguras a la migración dentro del
respeto a los derechos humanos y el tratamiento humanitario de los migrantes,
independientemente de su condición”.
Quedan 14 años, pero ciertamente la meta está muy lejos de ser
cumplida, en un escenario actual en el que con un enfoque más centrado en la
seguridad fronteriza, las muertes están aumentando.
Mares y fronteras oscuras
En la segunda edición de su informe ‘Fatal Journeys’
(Expediciones Fatales), la Organización Internacional para las Migraciones
(OIM), advierte que “el verdadero número de migrantes muertos en el mundo es
seguramente mucho mayor” que el anotado en 2014 (4.868) y 2015 (5.604), ya que
“muchos viajes trágicos no aparecen en ningún registro”. En este sentido, la
alarmante cifra de 40.000 decesos de migrantes en el mundo entre los años 2000
y 2014 sería apenas “un baremo mínimo de muertos respecto al número real, que
es desconocido”, calcula el ente.
Con especial atención
del Mediterráneo, escenario de más de la mitad de las muertes de los migrantes,
Naciones Unidas recalca una diferencia entre 2016 y 2015, que hace más
alarmantes las cifras del año actual: al 20 de septiembre de 2016, 300.000
personas cruzaron dicho mar, muchas menos que las 520.000 que llegaron durante
los primeros nueve meses de 2015.
Aún así, el vaticinio de
este y otros entes multilaterales, así como de expertos en migración, es que
este año sea el más mortal desde que se lleva un registro. Esto es, a pesar de
que el número de migrantes que han cruzado el Mediterráneo es menor que en
2015, en 2016 se vivirá la mayor mortalidad. También pasará en el mundo. ¿Por
qué?
Para Hasan Turk, politólogo turco radicado en Panamá,
“lamentablemente, tanto para las naciones europeas como para los ricos
califatos de Oriente Medio u otros países, frente a la crisis migratoria ha
primado más el criterio político que el humanitario, aún si año tras año se
están dando miles de muertes que incluyen mujeres y niños”.
“Por un lado la guerra y
las hambrunas siguen matando en los lugares de origen, y del otro, las
condiciones no mejoran mientras que los migrantes transitan por otras regiones.
En Europa, por ejemplo, el enfoque de seguridad fronteriza que se ha seguido
—incluyendo negocios nefastos como el de devolución de migrantes a Turquía a
cambio de ayuda monetaria—, no impide que los refugiados sigan arriesgándose en
el mar y no hace su tránsito más seguro. Por el contrario, lo que hace este
enfoque es lucrar más a las mafias mientras que las condiciones de viaje de
estas personas se hacen cada vez más precarias y peligrosas”, agregó.
“De esta forma, nada
garantiza que las cientos de miles de familias que salen de sus países, huyendo
a la hambruna, al riesgo de morir, entre otros asuntos, empiecen a tener una
mejor vida tanto al iniciar como al finalizar su viaje”, concluyó.
Académicos y activistas
vienen advirtiendo esta situación desde años incluso anteriores al 2013, cuando
la atención mediática se empezó a centrar en muertes que hasta entonces
parecían cubiertas de bruma y oscuridad.
Por entonces, el
sacerdote Antonio Díaz de Freijo, director de la Asociación
Karibu, enfocada en ayudar a subsaharianos que llegan a España, era tajante al
respecto en diálogo con EL COLOMBIANO:
“Basta de solucionar
este fenómeno aumentando la represión. La gente va a arriesgar más sus vidas
porque aumentan los peligros. Y van a ser ahora más explotados por las mafias
de la inmigración, lo que nos va a llevar a mayores desgracias. Espero que esto
no ocurra. ¿Por qué? Porque si le cierran por un sitio, la gente intentará
entrar por otro. Si sólo se tienen medidas en cerrar la zona, poner unos barcos
y controlarla para que no pasen, no habrá posibilidad de llegar a una solución.
Seguiremos teniendo desgracias”.
Un mundo excluyente
Esta forma de responder ante los asuntos migratorios se ha
expandido por el mundo. Europa solo es el caso más preocupante, mientras que
así operan zonas como la frontera entre México y EE. UU., el Sudeste Asiático,
Somalia y Nigeria.
En todos los casos las
cifras son desalentadoras y la comunidad internacional se queda corta para
solventar el sufrimiento de cientos de miles de refugiados.
“Un total de 2,6
millones de personas se han visto forzadas a abandonar sus hogares en el
noreste de Nigeria debido a los ataques violentos perpetrados por Boko Haram y
las fuerzas militares que lo combaten. La población civil paga el precio de la
violencia extrema y se queda con escasos medios y pocas esperanzas para
reconstruir sus vidas”, afirma la organización Médicos Sin Fronteras en un
comunicado.
“El enorme campo de
Dadaab en Kenia es el hogar de 350.000 refugiados somalíes, lo que lo convierte
en el campo de refugiados más grande del mundo”, advierte sobre este otro caso,
en el que impera “un déficit de financiación, la inseguridad y la violencia”.
Estos pocos casos,
pertenecientes a un panorama nefasto sobre la migración en el mundo, cuentan
cómo quienes tienen la responsabilidad de tomar decisiones y medidas para
frenar estas problemáticas, siguen dejándolas para después, pensando más en
cuestiones políticas que en el sufrimiento de millones de personas.
Para expertos como Mauricio Jaramillo Jassir, docente de la Facultad de
Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario, tal vez el principal
inconveniente para dar respuesta a la crisis es que “el tema migratorio está
politizado en naciones desarrolladas. Mientras que a Europa le cabe una
responsabilidad proporcional a su población y desarrollo —las incumplidas
cuotas de migrantes—, muchas de sus naciones utilizan la excusa del terrorismo
para rechazarla. Entretanto, militarizar y reducir este problema a la agenda de
seguridad seguirá siendo un suicidio en vez de solución”.
“Por tanto, la crisis
aumenta porque si bien las cifras de migrantes que logran llegar y permanecer
en países desarrollados están mermando, esto no implica que viajan en menor
cantidad. Y más aún, dado el enfoque de seguridad que impera hoy, las
condiciones de migración son cada vez más riesgosas, lo que aumenta la cifra de
muertes”, explicó.
El Colombiano
www.miguelimigrante.blogspot.com
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