segunda-feira, 23 de janeiro de 2017

La migración como derecho individual

Más del 3 % de la población mundial —244 millones— son migrantes internacionales, y la población inmigrante en Estados Unidos está alcanzando los 50 millones. En nuestro hemisferio, México guía el camino con 12 millones de inmigrantes en EE. UU. De Honduras, capital mundial del asesinato, y Guatemala y El Salvador, 4to y 5to lugar respectivamente en homicidios, miles continúan huyendo de la violencia y pobreza en sus países. En Cuba, desde 1959, cerca del 18 % de la población ha escapado de la isla buscando libertad
Las motivaciones para dejar la patria son diversas, pero esencialmente caen en una categoría económica o política, o ambas. Fundamentalmente, emigrar expresa un deseo de libertad para mejorar nuestra calidad de vida.
Las políticas de inmigración son altamente impugnadas en Europa y Norteamérica, y mientras las democracias liberales pueden ser abiertas e inclusivas, a menudo son restrictivas y excluyentes. Más recientemente, en respuesta a actos de terrorismo internacional, la inmigración se vincula a preocupaciones de seguridad nacional, y los políticos actúan hostilmente hacia los inmigrantes.
Típicamente, el debate sobre inmigración incluye temas como: “una nación tiene  derecho a rechazar la entrada de extranjeros; los inmigrantes erosionan la cultura de una nación; trabajan por menos salario y quitan trabajos a los nacionales; quieren vivir de ayudas del gobierno; cometen un número desproporcionado de delitos; la seguridad y la sanidad requieren restricciones inmigratorias obligatorias”.
En Estados Unidos los conservadores fundamentan en esos temas su caso contra la inmigración abierta, y los liberales la defienden sobre principios de compasión, la tradición americana de darles la bienvenida y los aportes socioeconómicos de los inmigrantes. Este es un debate político intelectualmente estéril que no responde una pregunta moral fundamental: ¿Las personas tienen derecho a emigrar?

Pero más importante, significa que la inmigración es un derecho individual. Y precisamente porque el argumento libertario para fronteras abiertas se basa en derechos individuales, raramente se evoca por los americanos liberales que favorecen políticas colectivistas en conflicto con derechos individuales.
Como individuos deseamos libertad para pensar y actuar con nuestro mejor juicio. Queremos producir riqueza y utilizarla como medio de construir mejores vidas para nosotros y nuestras familias. Y tenemos un derecho natural a actuar de acuerdo con nuestro juicio siempre que no violemos los derechos de otros.
El derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad es el derecho para actuar según nuestros requerimientos, el derecho a vivir libres de restricciones coercitivas, y el derecho a perseguir nuestros sueños. Si nuestras acciones no violan los derechos de otros, somos moralmente libres para actuar. Cuando los migrantes escogen marcharse de su patria buscando una vida mejor, actúan racionalmente.
Hay pocas dudas de que la libertad de movimiento dentro de un país es un derecho humano básico, y no existe argumento ético que justifique tratar diferentemente a las personas solo porque nacieron más allá de nuestras fronteras. Los derechos naturales no lo son en virtud de dónde nacimos: son universales.
En contraste, las naciones-estados son creaciones europeas relativamente nuevas (siglo 19), con jurisdicción limitada circunscrita dentro de las fronteras de esa nación-estado. Las políticas restrictivas de movimiento y migración de los estados totalitarios violan el derecho individual a la libertad de movimiento.
En la visión libertaria, las personas que desean cruzar legalmente una frontera para buscar su felicidad tienen derecho a hacerlo. Los inmigrantes aspiran legítimamente a vidas de libertad y felicidad.  Sin embargo, las fronteras significan algo.


www.miguelimigrante.blogspot.com

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